La infancia y la juventud son un ejercicio de aprendizaje para el mundo real de la adultez. Tus padres te dieron la vida y es tu responsabilidad hacer algo bueno con ella. Mientras vivas con tus padres tu responsabilidad es aprender de ellos y adicionalmente compensar lo que te dan colaborando con tareas en el hogar. Seguir sus reglas y contribuir es una forma de participar en el flujo constante de tomar y dar que se replicará en tu vida adulta. Una vez en el trabajo, los grupos sociales y educativos se te pide que aportes, no solo económicamente sino asumiendo responsabilidades y haciéndote cargo de ellas y de ti mismo. Entre más pronto te hagas cargo de ti mismo económica y emocionalmente será más fácil poner distancia de tu casa paterna y comenzar a incorporar otras formas de pensar y de actuar diferentes a las de tus ancestros.
Mientras dependas de tus padres seguirás repitiendo sus patrones sin posibilidades de observar desde afuera y hacerlo diferente. He podido comprobar que un adulto que sigue viviendo con sus padres y/o depende económicamente de ellos no se ha hecho un verdadero adulto, no importa qué edad tenga.
Puedes seguir participando activamente de la vida familiar, tener una excelente relación con ellos pero en tu propio espacio y generando tus propios recursos. Puedes seguir recibiendo todo lo que tus padres tengan para darte inclusive aporte económico, sin embargo es importante que tu sustento básico sea generado por ti.
De esta manera el flujo de tu vida y tus recursos se mueve y se renueva hacia adelante favoreciendo tus proyectos de vida que a su vez generarán más recursos. Tu vida solo avanza con fuerza cuando, llegado el momento, dejas la casa paterna y te unes a un nuevo ser generando un nuevo sistema familiar con nuevas exigencias de aporte y responsabilidad. Estoy hablando de hacer pareja y tener hijos.
Hacerse adulto incluye que te asumas como responsabilidad y poco a poco vayas asumiendo otras responsabilidades adicionales a ti mismo entendidas como proyectos de vida, no solo mediante la paternidad sino mediante el trabajo, el servicio social y la enseñanza a otros. Cuando decides no tener hijos o no puedes, toda esta fuerza se desencadena si la enfocas en proyectos al servicio de la vida y que involucran responsabilidades más grandes que tú mismo.
Entonces al tratarse de grandes proyectos recibirás grandes recursos para llevarlos cabo. Esto da sentido a la frase popular: “cada hijo viene con el pan debajo del brazo” que desde este enfoque quiere decir que cuando das un salto hacia la adultez y asumes nuevas responsabilidades la vida te da los recursos necesarios para hacerlo.